viernes

Di nessuno

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* Buon Giorno, la vostra sigaretta è spenta.

Tre piú due fa cinque. Cinque piú sette: dodici. Dodici piú tre...
Ouf! Dunque fa cinquecento e un milione seicento ventiduemila settecento trentuno.

* Cinquecento milioni di che? [...]

Milioni di quelle piccole cose che si vedono qualche volta nel cielo.

* Di mosche?

Ma no, di piccole cose che brillano.

* Di api?

Ma no. Di quelle piccole cose dorate che fanno fantasticare i poltroni.
Ma sono un uomo serio, io! Non ho il tempo di fantasticare.

* Ah! di stelle?

Eccoci. Di stelle.

* E che te ne fai di queste stelle?

Niente. Le possiedo. [...]

* Come si può possedere le stelle?

Di chi sono?

* Non lo so, di nessuno.


El Principito, Antoine Saint Exupèry (1943)

Contamíname

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Me ciega, me ahoga, me aburre.
Se ha convertido en una enfermedad.
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Ha infectado mis mañanas y se ha enredado en mis neuronas,
creando una suerte de realidad alternativa.
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Juega con mis estados de ánimo.
Me sube al rayo, me tira al barro.
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Dice mi farmacéutico que busque un veneno mejor,
porque este me acabará matando.
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Ayer la cicuta estaba de oferta.

ET'08

Yo nací, por tercera vez en mi vida y segunda sin cordón umbilical, un 17 de septiembre de 2008. Último miércoles de verano. Nací en Barajas, en la T4, en un Vueling amarillo con destino Milán-Malpensa del que no recuerdo el olor, pero aun conservo el billete. Cogí el asiento 23-F porque me hizo gracia. Escribí un mensaje justo antes de despegar y me juré de mentira que lo enviaría, pero todavía sigue en mi lista de promesas por cumplir. Lo mío desde aquel día sí que fue un golpe, pero no de Estado.
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La oficina Erasmus de Torino me envió en mayo un Questionario di soggiorno. Hace unos días decidí abrirlo, completarlo y enviarlo de una santa vez, porque tendría que haberlo hecho al menos 15 giorni prima della partenza. En uno de los apartados de la encuesta pedían que resumiese, en 4 palabras, lo que había sido este año para mí. Me apoyé en el respaldo de la silla, me deslicé un poco hacia abajo y me puse las manos detrás de la cabeza. Las simplificaciones de este tipo restan matices a la realidad.
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Desde que llegué a España había intentado no pensar demasiado en la parte de mí que se quedaba en Italia, pero ahora esa puta pregunta me golpeaba en los morros con un "despierta, llevas 9 meses en las nubes". Il ritorno había sido el resultado indeseado de un embarazo voluntario. Las casillas permanecían vacías en mitad de la pantalla. Al fin escribí 'nuevas relaciones, viajes, intercambio cultural y autoconocimiento'. Sin embargo, lejos de quedar satisfecha, me sentí una mentirosa. Decidí, entonces, non dimenticare lo que había sentido aquel día al despegar. Aunque olvidase todo lo demás.
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Merece la pena pararse a pensar y sentirse afortunado.
Torino siamo noi.

Desvaríos varios

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Capítulo 1. Desencuentros con la retórica
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Me siento frente al fuego y rezo para que me lleguen las ideas. Ni tengo chimenea, ni creo en las apariciones divinas, pero en la ficción todo vale, así que continuemos. Tras media hora de espera, maldigo al Espíritu Santo mientras me quemo la cara de ganas de escribir. Hace tiempo que las musas del lenguaje no pasan la noche en las sábanas de mi libreta, y ese tipo de ausencias me obsesiona.
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Nunca me llevé bien con la poética, pero qué fácil me dejé turbar por la retórica... Me enseñó a bordar las palabras con hilos de tinta y a convertir mentiras en verdades a medias. Afiló mis lápices y escribió ‘curvas’ donde yo leía ‘rectas’. Aprendí a matizar el ‘sí’ y a maquillar el ‘no’.
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Fascinada, me entregué a sus caprichos lingüísticos, pero la pasión, aunque intensa, fue breve. Demasiado. Pronto dejó de susurrarme provocativos adjetivos al oído y una noche de lluvia me abandonó por un escritor consagrado y asquerosamente brillante. ‘Un viejo amigo’, me dijo, ‘un best seller', pensé yo, porque si algo aprendí de Retórica es que disfrutaba siendo el centro de atención, y yo, a mis 19 añitos, no pude ofrecerle ni premios ni gloria. Tampoco talento.
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No le guardo rencor. Aun a veces, como si de una hermanita de la caridad literaria se tratara, me regala una velada de desenfreno (creativo) con una profesional (de la inspiración) y le pide que, al concluir su tarea, me deje un par de oraciones perfectas bajo la almohada. Por los viejos tiempos.

6 minutos bastan

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Bastan para verse, pensarse y sentirse desde fuera.
Para que lo estático deje de ser tal, los idiomas se confundan y una arritmia temporal (y por qué no, mental) lo inunde todo. Cada poro. Cada rincón.

Bastan para hablar de quién o no se confundió y darse cuenta de que incluso dentro de uno mismo quedan pliegues por sudar, estepas por recorrer. Bastan para extrañarse y desear retroceder tantos años como minutos, 6, para reescribir una historia, la mia, con más tachones y menos dudas. Tachones sucios de tinta oscura.

Quiero un perfil interesante con un turbio pasado, llamadas urgentes de madrugada, escándalos públicos y bofetadas en restaurantes de lujo. Quiero un 'o lo tomas o lo dejas' y un 'no me esperes despierta'. Quiero, como dice Benedetti, 'hallarme en el centro de un delicioso disparate', y durante 6 eternos minutos no sentirme culpable.

Mientras duermas, dormiré.

VY6050 22F

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En el momento en que empezamos a hacer locuras para sentir que estamos vivos, es que algo falla. Algo está roto o extrañamente descolocado en nuestro interior.
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A veces anulas tu pensamiento y te lanzas con los ojos cerrados a por un chute de adrenalina que te transporte a la cresta de la ola. Uno de esos que te hincha el pecho con un latido acelerado y te ayuda a olvidar que algunos aspectos de tu vida no acaban de ir bien. O, simplemente, van rematadamente mal.
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Entonces pueden pasar dos cosas: que caigas de pie, como los gatos, o de culo, como solemos hacer los seres humanos.
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Espero tener éxito al aterrizar. Deseo poder respirar hondo y que me estallen las venas de las sienes de la emoción. Pero si por algún motivo fracaso, me estrello y no vivo para contar qué se siente en lo más alto de la jodida ola, lo haré en silencio.
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Dame pa' olvidar un sitio menos gris.