sábado

Adelante Bonaparte

Cuando uno tiene dónde ir, pero no dónde volver, huye precisamente de esta ausencia. Se aleja de un origen al que renuncia o al que no siente como tal, porque creyó nacer en otra parte. Porque una cosa es dónde naces y otra muy distinta dónde te nacen. A veces el comienzo de la vida no coincide con el destierro umbilical, sino que se retrasa durante años. La vida la desata un libro, un país o una persona. Y por supuesto, uno puede nacerse y morirse varias veces a lo largo de su vida anatómica, o incluso superponer ciclos vitales distintos (antes de/después de) con más o menos éxito.

La identidad expresada de las personas surge de las conformidades pasajeras, es decir, de una serie de comportamientos y sentimientos contextuales, limitados a un tiempo, un espacio y unas relaciones personales variables a las que se adapta en cada una de sus vidas. Sólo desprovisto del contexto, el individuo conoce aquellas partes de sí que permanecen latentes bajo cada conformidad y que construyen su auténtica identidad (que casi nunca coincide con la expresada).

Es en esos instantes en los que el ser humano se encuentra con más vehemencia con brotes de rabia o pasión, sin saber qué los produce ni cómo librarse de ellos. Los momentos sin contexto son los momentos de tránsito, personal o territorial. Los kilómetros. Los viajes. Los denominados no-lugares.

Dependiente de su independencia, el sujetos paciente entiende las relaciones como cadenas, las conformidades como muertes en vida y el llanto como señal de partida. Volveré sobre este asunto.

martes

Junio 2011


Qué sensación, ésa de estar cerca del fin.
Dilatarlo sin remordimiento y luego lamentar su demora.
Ésa de poder hacerlo todo y tener que elegir, ahora sí, el principio que viene después del primer fin, el de lo previsible.
Qué sensación, ésa de renunciar a lo que no se es para llegar a ser.
Y casi que sí, pero como si no.